martes, 30 de marzo de 2010

Ni ellas, ni ellos, todos.

No hay nadie más cínico que un mago. Tanto él como todos los demás saben que lo que hace es una farsa, así que la función del truco no es exactamente la de engañar al público, sino la de complacerlos en su deseo de ser engañados. En el transcurso de unos pocos minutos la relación causa y efecto se vuelve imprecisa y se contradicen las leyes de la naturaleza. Tal como lo expresba Pascal en sus Pensées: <<>>. [Paul Auster, La invención de la soledad]

 


No es cierto que ellas actúen de manera indescifrable. No es cierto que exista un patrón de conducta para las mujeres y otro muy distinto para los hombres. Ellas y ellos, todos locos, todos histéricos, todos magos, todos miedosos, todos todo.
Basta con esa cuestión sexista de las mujeres esto, las mujeres lo otro, los hombres tal cosa, los hombres tal otra. Me vi en todos los papeles, no puedo negarlo. Y quien diga que no fue todas ellas, está mintiendo. Fui la indiferente, la desinteresada, la que iba al frente, la que tenía miedo, la reprimida, la rechazada, la obsesiva, la que rompió corazones, la que le rompieron el corazón, la frontal, la esquiva, todas. Y, aunque por lo general, trato de analizar como voy actuando en función de lo que me van generando las distintas personas de manera de evitar ser histérica, soy todas ellas y, también, la odiada histérica.
Todas somos todas ellas. Todos son todos ellos. Ellas, ellos, lo mismo da. Es el ser humano quien no sabe querer ni ser querido.