viernes, 19 de noviembre de 2010

Cómo, cuándo, dónde y porqué.

¿Cuán importante es que exista un referente del ideal de uno? ¿Cuán importarte es ver que es posible ser uno porque hay otros en la misma frecuencia que lo hacen, por la misma causa, movidos por la misma pasión? ¿Qué es enamorarse? ¿Encontrarse con el mejor ideal de uno? ¿Cómo se denominan esos instantes? ¿Qué es despertar? ¿Qué implica? ¿Cuán lejos estamos? ¿Es posible?

"¿Que es la libertad? Tu mente sin polvo es libertad". Ese polvo es todo lo que dejamos fluir en nosotros porque pensamos que no podemos hacerlo mejor. Porque nos es más fácil mentirnos, creer que "así como estamos, estamos bien". El mundo es mucho más que la distancia que recorren nuestros ojos. Tenemos una responsabilidad. Y con tanta violencia y ribotril dando vueltas, no podemos estar bien. La mitad del planeta no come, dejemos de preocuparnos por nuestros pequeños problemas. No hay que pre-ocuparse, hay que ocuparse.

"Libertad es cuando la mente no ansía ni desea". Es algo que parece incluso hasta temeroso. ¿Qué es la vida sin deseo? Lo más. La simpleza y la paz..Y, si quisiéramos, tan posible... es dejar de depende de mejores tiempos, mejores condiciones y mejores actores,  rápidamente quitándonos la responsabilidad sobre nuestra realidad. Somos responsables. Tenemos que soltar las huellas del pasado, esas huellas que todavía nos duelen. ¿De verdad todavía nos duelen? ¿Que nos pasa que no podemos avanzar? Dejemos de estar aislados.

El otro día me dijeron que la sangre se renueva cada 4 meses y que nuestro cuerpo tarda 7 años en renovarse por completo. Algunas partes muchas veces en siete años, con lo cual... nuestros cuerpos dolidos, ni siqueira son los que vivieron nuestra excusa para no movernos. Nuestros cuerpos de hoy ni siquiera estuvieron presentes en la mayoría de las situaciones o emociones vividas que hoy nos atan haciendo las veces de anclas. ¿Cuáles son nuestras anclas?


"Prometete a tí mismo dejar ir el pasado. Lo que ocurre, ocurre. Desarrolla el hábito de soltar el pasado ahora, así podrás mantenerte centrado. Todo es temporal. Todo esta cambiando. Todo pasa para pulirte la perspectiva".

jueves, 11 de noviembre de 2010

Muerte a la Mente! Siento, fluyo, luego existo.

XY: de qué pensas que depende la conexión?
XX: de Fibertel.

 

¿Cómo es que un día podemos conectar con alguien al punto de que el silencio sea parte de la conversación y al día siguiente –o tal vez al próximo instante- estar a kilómetros en una misma habitación? 
¿Qué pasa en el medio? ¿De qué depende? ¿De cuánto nos imposibilite nuestra mente? ¿De lo que creemos que percibimos del otro? ¿De lo que esperamos del otro?

Aprender a aceptar. Comprender. ¿Hasta qué punto el aceptar no deviene en conformismo? ¿Cuál es el límite del conformismo, la disconformidad no asumida? ¿Que pasa cuando a pesar de, te hace falta más? ¿A qué refiere ese más? Más entrega, más fluidez, menos temor, más amor, más cuidado, mas naturalidad. Naturalidad. ¿Se pide el amor o se es amado? ¿Se pide afecto o se recibe? Pasa o no pasa. Fluye o no fluye. Se está receptivo o se está cerrado. Se esta predispuesto o se esta enroscado. Se siente lo que se vibra o se cae la conexión.

¿Cuál es la diferencia entre aceptar lo que el otro te puede dar y renunciar a lo que esperas? ¿Cuánto esta dispuesto a conectar con vos una persona que, cuanto más te abrís, más fría y distante se vuelve? Confianza no es descuido. Confianza es entrega, es amor. 

¿Cuánto podes relacionarte con alguien que se vuelve afectuoso cuando te retrotraés? Es decir, cuando decís "ok, me pudrí", el otro se activa. Se vuelve cariñoso, cuidadoso y atento hasta que te ablandás. Y cuando volvés a tu estado afectivo, se acabó, vuelve a la mezquindad.

Cuando la mente muere, hay amor. Cuando hay amor, muere la mente. Cuando te entregas a alguien por amor, tu ego se disuelve. Y la disolución del ego es dolorosa. La dualidad es la causa del dolor, no la unidad”.

 

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Aquella solitaria vaca.

"Nosotros no dejamos el cuerpo, es el cuerpo quien nos deja. Eso es la muerte. Cuando tu dejas al cuerpo, eso es meditación". (Sri Sri Ravi Shankar)



Nunca me había puesto a pensar tan gráficamente a la muerte. Siempre imaginaba que moría, mi cuerpo se hacía polvo y yo me unía a una energía global de la que me separé al nacer. Mamá dice que cuando tenía más o menos 5 años hablaba de la reencarnación. Decía que "al morir, nos íbamos al cielo para que nos arreglasen, para luego volver a estar listos para salir y meternos en otro cuerpo".


Como el aire que entra en un globo y al desinflarse, entra en otro, y en otro. Los globos son como nuestro cuerpo, aguantan hasta que ya no tienen fuerza y pierden la compostura y la vitalidad. Lo increíble es que, mientras tenemos esta relación utilitaria con nuestro envase, no somos capaces de ponernos a pensar en el combustible que utilizamos para mover toda esa maquinaria.

Nos metemos sangre de otros animales a los que maltratamos hasta asesinarlos, nos metemos muerte en el cuerpo y con esa comida, afrontamos la vida diaria. Digiriendo la muerte de otros, muerte que avalamos 'inconscientemente' o bien conscientes de no cuestionarlo.

Yo quiero limpiar mi cuerpo de todo lo que la sociedad me enseñó como 'normal' y 'bueno'. No quiero formar parte de situaciones que no me describen. No quiero ver más gente borracha en un boliche, no quiero ver más gente drogada ilegal o legalmente, no quiero ver más gente dando cátedras de convivencia cuando se espantan porque en china metan gatos en un jarrón, cuando ellos se meten animales en el estómago, despues de haberlos aniquilado y masticado. No quiero escuchar más gente que se horroriza por los rituales de sacrificios humanos de otras culturas, cuando se hace culto a la muerte en cada asado.

Yo no soy argentina, soy del mundo y no me cabe el asado. Me cabe el encuentro, el compartir una comida. Lo demás, forma parte de todas las incoherencias en base a las que vivimos sin cuestionar.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Love is knowing we can be.

"Cambia su alma por un juguete mecánico, 
ha hecho un trueque del ser por el parecer,
de la grandeza por la función social".
(Ch. Boudouin)

 
En sus orígenes, la palabra persona designaba la mascara que llevaban los actores en el teatro antiguao y en las fiestas totémicas. Indicaba el papel que interpretaba cada uno y permitía resonar la voz, de ahí el nombre: per sonare (resonar a través de).

Jung dijo: "Puede decirse sin demasiada exageración que la persona no es lo que uno es en realidad, sino lo que él mismo y ls demás piensan de él". Es decir que la persona no tiene nada de real porque resulta de una especie de compromiso entre el individuo y la sociedad. Se tiene un nombre, se adquiere un título, se asume un cargo, se es nombrado para un puesto determinado y uno encarna todo esto. 
 
En su libro El universo secreto de los sueños, Pierre Fluchaire afirma que "aquellos en los que la persona está mal adaptada a su verdadera naturaleza, tienen un comportamiento desmañado, porque se sienten mal en su papel y mal consigo mismo: por ejemplo, los desafortunados a los que nada les sabe bien. Su persona no es más que una simple apariencia y tiene muy poca relación con la realidad que existe en él. Pero el acaba por creerse el juego y se identifica con la persona, y se lo cree tanto, que la verdadera naturaleza poco a poco desaparece, se aniquila".

El problema de no poder estar en silencio con uno mismo es que la cabeza se llena de ruidos que no nos describen. Y esa no es nuestra naturaleza. Nuestra naturaleza es la naturaleza misma, el silencio, la armonía, el control, el constante cambio, el equilibrio. Todo lo demás forma parte del mundo que armamos para evadir los ruidos e imágenes que proyecta nuestra mente cuando estamos en silencio. Miedo a nosotros mismos. 

Necesité de mucho tiempo en soledad para entender cómo tratarme. Necesité miles de hojas para dibujar lo que no podía poner en palabras. Necesité usar mis cuerdas vocales para cantar lo que otros habían entendido mejor que yo. Necesite miles de cuadernos para hacer un mapa de sitio de como iba entendiendo mi mente y la forma en la que percibía el mundo. Recién cuando empecé a vivir en comunidad conmigo, cuando pude ver que yo misma era una persona a la que debía respetar, proteger, cuidar y mimar, pude ver que había un otro. Un otro distinto, con otros lentes, un otro desesperante y aterrador. 

Pero no es sino a través de la interacción con el otro, que descubro a diario quién soy y quién quiero ser. Al menos en contraposición. Mirar para adentro y ver que hay sombra, que hay hechos que al recordarlos aún hoy nos hacen cerrar los ojos, abrazar esos secretos, abrir las puertas y hacerlos verbo: comprendernos. 

"En ningún caso, bajo ningún aspecto, vale la pena seguir siendo un extranjero para uno mismo".





viernes, 5 de noviembre de 2010

Metanse la Nueva Ley de Medios en el CULO: Manifiesto antiperiodista.

"Más que querer ver la cara oculta de la Luna que está lejos de nosotros, 
podríamos intentar mirar la cara escondida de nuestro propio espíritu"
[J.B. Priestley]



Ah no, pero por suerte llegó la nueva ley de medios que además de ser una bati ley, va a cambiar la forma en la que las personas se pisan unas a otras para conseguir un puesto en los medios.

“Crisis de confianza”. Así describe Gilles Lipovetsky en su libro “El crepúsculo del deber” no sólo a la relación entre los medios y sus lectores, sino también a la de los media con sus no lectores, posibles compradores de sus páginas. Es demasiada la responsabilidad que asumen los comunicadores como para que resulte tan fácil denunciar su “falta de responsabilidad y voyeurismo” y que no se pueda apelar a la denuncia por ser cierta.
El Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO, establece en su  primer Principio (y para qué seguir leyendo el resto), el derecho del pueblo a una información verídica. La vorágine depravada por vender números en cada edición o por obtener puntos de raiting o de audiencia, sumado al eterno historial de engaños y ocultamiento de información no sólo por parte de los medios, sino también por parte del Gobierno y otras entidades que, mientras que simulan estar representándonos, hacen que, como dice Lipovetsky, exista “una sospecha respecto de los medios”, por su falso tratamiento de las noticias, por no brindar la información de manera objetiva, convirtiéndose, según el autor en “símbolos de manipulación, de impostura, de insignificancia, de falta de respeto hacia los hombres”. Me dan asco los periodistas.
Si bien concuerdo con lo que plantea el filósofo, creo que su análisis debería extender la responsabilidad. Que éste sea nuestro periodismo no habla sino de lo mucho que nos interesa como sociedad enterarnos, saber. Somos responsables todos, todos nosotros como sociedad. Y no desde cada una de las profesiones que hemos adquirido, sino desde cada uno de los que hemos llegado a ser, como personas, con sus valores. Todos somos responsables. No ellos, no él o ella: todos.
Dentro de la idiotizante canastita de conocimiento social a partir del cual, por ejemplo, se sabe que un té con limón ayuda a mejorar la garganta cuando duele, también es “sabido” que “los periodistas escriben en función de quién paga la pauta”. Ese es el mensaje que corre de boca en boca cuando uno pregunta a los ciudadanos por la credibilidad de sus medios. Pienso que eso sucede porque los lectores no nos hacemos respetar. Porque compramos los diarios y las noticias, aún sabiendo que las leemos mirándolas de reojo, con desconfianza. Porque no hay diferencia, en el fondo, entre la confianza que se le tiene al bastardeado diario “El Argentino” o “Clarín”. Todos mienten, todos tergiversan, todos ocultan e informan según lo que les permitan decir en función de quién paga la pauta que paga los sueldos. Pero nosotros, como siempre, nos quejamos pasivamente. Si queremos buena prensa: exijámosla, no compremos mentiras. No compremos más los diarios. No los leamos más porque para leer esas páginas, increíblemente sería mejor leer a Cohello.
Es nuestra responsabilidad porque preferimos, como sociedad, no enterarnos. La verdad no vende, aburre. Si la prensa escribiera de manera independiente y objetiva nos podría a los lectores en un lugar frente al que no sabemos como responderíamos. Implicaría una responsabilidad que habría que ver si querríamos asumir. Comprender que tenemos responsabilidad implica, inmediatamente, que actuemos. ¿Podríamos dejar de lado la indiferencia ante los acontecimientos ya no pudiendo alegar que no somos bien informados?
Respecto de esto, el autor señala: “cuando los media se erigen en el ‘cuarto poder’, el tema central ya no es el de los derechos de la información sino el de los deberes que resultan del papel creciente de la ‘mediocracia’”. Es magnífico que exista un eje ajeno al poder político capaz de controlar, mediante la denuncia masiva, que los políticos cumplan sus plataformas políticas o que actúen en función de lo que juraron cuando tomaron posesión de su cargo público. El problema no es sólo que el periodismo esté manipulado por intereses, el problema es que nosotros, como sociedad, no hacemos nada más que quejarnos. Queja pasiva. No necesitamos pensar, como dice el autor, que “la consideración  de las consecuencias deplorables o catastróficas para los hombrees y las instituciones democráticas sirven cada vez de incentivo para la reactivación del principio de responsabilidad”. No necesitamos amenazas para actuar como comunidad, necesitamos conciencia, ser responsables, primero, con nosotros mismos y, en consecuencia, con nuestros conciudadanos. Estamos amenazados, incluso por nuestro medio ambiente, por no haber actuado como comunidad. No necesitamos esperar un político que nos guíe, todos deberíamos convivir de manera política, el problema es que no nos unimos, no actuamos como sociedad conjunta y, en general -por no decir siempre- responsabilizamos a un otro por los errores que cometemos o que dejamos se cometan.
Los media deberían competir por la mejor prensa, en vez de competir por la venta, o deberían sincerarse y escribir letras inconexas que no formen palabras. De esa manera estaríamos siendo tan informados como ahora, sólo que ellos, hasta resultarían simpáticos por ser, al menos, honestos. En la carrera por la venta de números, el periodismo se ha olvidado de la pasión por la verdad y la escritura, de la responsabilidad, en verdad en un principio romántica, que lo posicionó como herramienta de control, ante la falta de funcionamiento de la justicia.
Pero no es sólo el periodismo, como dice Lipovetsky, el que es “perverso”. Nosotros, como ciudadanos, también lo somos, porque por no asumir responsabilidad permitimos que ocurra, y que la mentira y la tergiversación de la información reinen en los titulares.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Del cuaderno al blog



Una noche, más o menos en julio, escribí en mi cuaderno mientras viajaba en el 152: 

Hay veces en las que ni quiero poner música, pero me pongo los auriculares caminando por la calle o sentada en un bondi, simplemente a modo de tener carnet de no pertenencia a la realidad. Como el cartel de do not disturb de los hoteles. Tengo los auriculares, "no estoy prestando atención".
Hay veces que no quiero saber nada, que no quiero ni siquiera que me pregunten la hora o dónde queda la calle Junín. Quiero estar adentro mío e incluso ponerle dos tapones a mis oídos. Quiero escuchar los sonidos del ambiente desde el aislamiento, desde la supuesta indiferencia. A veces ni la música describe mi estado de ánimo, y por eso es que ni la escucho. No importa si es un buen o mal estado de animo. Simplemente soy, existo, pululo entre la gente deseando ser transparente. Y, de manera inerte, me subo al bondi y busco un asiento que mejor sepa hacer de cuevita contra una ventana para pasar desapercibida y no tener el bajón de encontrarme con alguien en el bondi. No quiero charlas de ascensor esos días ni contestarle a un desinteresado de manera desinteresada. Ni siquiera el coqueteo pasajero es divertido, ni lo contemplo. No surte efecto, y la efímera tensión con el galán vial, perturba.


Otras veces, si nadie me habla, hablo sola o con alguna de todas las que conformamos mi yo.

martes, 2 de noviembre de 2010

Fui la minita que se desmaya en el subte



No puedo decir que nunca me pasó ésto, pero sí que hace mucho no pasaba y que estrené el subte. Sabía que me iba a desmayar porque cuando era chica me pasaba tan a menudo, que había, incluso, aprendido a darme cuenta unos segundos antes. Entonces, me sentaba donde estuviera, apoyando mi espalda contra la pared más cercana, la cabeza descansando sobre mi frente contra las rodillas y mis brazos acurrucando mis piernas contra mi pecho. Cerraba los ojos y me dejaba ir. Cuando me despertaba, transpirada, con tensión en la nuca y pálida  esperaba a que la presión subiera lentamente, me ponía de pié y seguía caminando.
Me desmayé en ferreterías, supermercados, boliches, recitales, en la costa, en cabildo, no en todos lados, pero sí en algunos. Hoy agrego linea D a la lista.


No pienso agregar más ramales del subte, a partir de mañana voy a venir a trabajar en bici.